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LA EVOLUCIÓN

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¡Me encantó!

viernes, 7 de enero de 2011

Bandas de sonido imbatibles


En una era inspirada por la cultura retro, donde abundan las remakes y se homenajean a los clásicos, parece difícil encontrar nuevos sonidos originales que equiparen la repercusión de lo creado


 

Es indiscutible: el título de una película puede convertirse en el disparador de aquellos sonidos memorables que componen su banda sonora, y a la inversa. Hoy, quienes absorbieron productos cinematográficos y televisivos de la segunda mitad del siglo XX, juegan trivias para adivinar a qué película o serie corresponde una melodía y se pelean por ser los primeros en gritar la respuesta. Sin embargo, no importa cuánto uno se empeñe, resulta casi imposible visitar el área de la memoria que almacenó bandas de sonido originales compuestas durante el nuevo milenio. Más allá de la nostalgia que genera la experiencia personal, la influencia de aquéllas orquestaciones parece haber penetrado tan profundo en la maquinaria emocional que parece que nada podría superarlo. No es para menos, la incursión de la música en el cine evolucionó a pasos tan agigantados desde el spaghetti western  que luego de pisar el escalafón más alto, sufrió una grave desaceleración.
En un intento por acentuar la “vibra” de una secuencia fílmica, algunos realizadores optan por géneros como el rap o el hip-hop (especialmente presente en policiales) o alguna vertiente de música electrónica (recurso muy usado en las nuevas películas de ciencia ficción).  Cabe reconocer que tales esfuerzos son muy meritorios: no sólo logran sincronizar a la perfección con el entorno propuesto por el lente sino que colaboran directamente con la difusión de los géneros musicales más nuevos, si han de ser comparados con ritmos más viejos como el jazz y el rock. Pero la acertada elección de una banda de sonido original no es el quid de la cuestión, sino cómo repercute esa música en los espectadores. Para algunos realizadores, como  Robert Zemeckis, según expone en  Making of Back to the Future II, la banda de sonido es también un personaje: debe ser importante, debe ser grande y debe cautivar al público del mismo modo que lo hacen los actores.

Il maestro Ennio
El compositor Ennio Morricone comienza a hacerse fama como un exponente de la música del spaghetti western. Mezcla sinfonía con instrumentos poco convencionales que resuenan entre los tambores, silbidos y voces animales característicos del género. Cabe resaltar la composición para The Good, The Bad & The Ugly (1966). Con el sello de un imborrable efecto wah-wah, el tema principal de la película es, tal vez,  su pieza más conocida y la que le valió más homenajes a nivel mundial. Sin embargo, no fue el Lejano Oeste lo que acercó a Ennio Morricone a la cumbre de su carrera. Sus obras más destacadas están dotadas de un cariz mucho más intenso, capaz de llegar hasta los tuétanos. Quien sabe apreciar la música como expresión de los sentidos, puede hallar hasta sabores y aromas del pasado en melodías como las de “Tema d’Amore” y “Toto e Alfredo”, de Cinema Paradiso (1988).
No sorprende que haya entrado al mundo del espectáculo de la mano de Sergio Leone, director de cine y amigo incondicional, con quien crecieron juntos durante los primeros años de su carrera. Sí sorprende la larga lista de composiciones que lleva, prolija y ordenadamente, dentro de la carpeta de su larga trayectoria. Son más de quinientas obras las que fabricó Ennio Morricone con sus propias manos y cuesta imaginar que haya podido realizar hasta una docena o más en el trascurso de un año (llegó a dieciocho composiciones sólo en 1967). Un dato curioso es que, dentro de esas obras, se incluye la marcha de la Copa Mundial de Fútbol que se disputó en Argentina en 1978.   

John Williams y el género de ciencia ficción

El compositor más nominado y galardonado por la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas recibe su primer Óscar en 1971 por Mejor Música Adaptada del musical Fiddler on the Roof (1971). Eso nada tenía que ver con lo que le depararía el futuro. En ese entonces, tenía treinta y nueve años, mucho talento y todavía no había conocido a Steven Spielberg, con quien se relacionaría tres años más tarde para realizar la banda de sonido de The Sugarland Express (1974). Desde ese entonces, la dupla Spielberg-Williams daría muchos frutos: Jaws (1975), E.T. (1982) y Jurassic Park (1993), entre las producciones más destacadas. Fue gracias a esa amistad que Williams continuaría relacionándose con el mundo de la ciencia ficción y, recomendado por Spielberg, encaró uno de sus proyectos más ambiciosos: la emocionante banda de sonido de la trilogía Star Wars.
Esencialmente inspirado en la obra de Richard Wagner, influencia que puede captarse a lo largo de su trayectoria, la obra de John Williams es preferentemente pomposa pero dinámica y versátil a la vez, dotada de numerosos in crescendos que retienen el aliento del espectador durante un lapso de tiempo hasta liberarlo, segundos más tarde, con el alivio de una melodía más suave y relajada. Cierto es que varias composiciones de Williams se asemejan entre sí, lo cual propone el siguiente desafío: tararear los temas principales de Indiana Jones, Star Wars, E.T. y Superman de corrido. Con seguridad, demorará algunos segundos (tal vez, minutos) completar cada transición.

Un musicalizador de lujo
Si bien este párrafo escapa a las bandas de sonido originales, parece razonable incluir en este artículo al responsable directo de las mejores playlists de la industria cinematográfica: Quentin Tarantino. Y es que, a esta altura del milenio, a falta de temas de película memorables, el excelente pastiche de sinfonías retorcidas y oscuros slow rocks (mientras la púa acaricia el vinilo) representa un alivio para el cinéfilo. Esas canciones que inspiran al realizador a escribir una historia, seguramente violenta y sin escrúpulos, es un vivo homenaje; no sólo a los grandes de la música para películas sino a quienes, sin querer, dejaron temas que merecen estar en la pantalla grande.

El intento de la música electrónica
En la actualidad, hay una tendencia marcada hacia la música electrónica cuando llega la decisión de encomendar la banda de sonido original de una película. El caso de la realizadora Sofía Coppola parece radicarse en su propio fanatismo por la banda que eligió: el dúo francés Air, que logra evocar el entorno de las escenas con prolijidad y sutileza. El mismo año que se estrena The Virgin Suicides (1999), también se lanza The Matrix y es a través de esa película que la música electrónica logra un espacio en la pantalla grande. Aún así, la banda de sonido original de la trilogía no se compone enteramente de beats electrónicos sino que comparte pistas con música sinfónica y fusión, como queda demostrado con el tema Clubbed to Death de Rob Dougan.
Otros casos más contemporáneos son los de películas como Tron (2010, en cartelera) y Hannah (pronta a estrenarse), para las cuales se contrató a bandas electrónicas ya reconocidas como Daft Punk y The Chemical Brothers respectivamente.

En síntesis, es posible que aquel leitmotif de la música como personaje memorable e ingrediente principal haya quedado secundado por buscar una mayor impresión del espectador a través del campo visual. Con las nuevas tecnologías de alta definición y 3D, la música termina siendo una unidad dependiente de la imagen. No obstante, es posible que esta “secundarización” forme parte de la actual evolución del género y que, en el futuro, se puedan apreciar nuevas composiciones originales a la altura de aquellas gloriosas creaciones que hoy se evocan tan a menudo

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